sábado, 5 de septiembre de 2009

El camino

En ocasiones en las que te acuestas panza arriba divagando de temas que te hagan evitar la cruel realidad de los mortíferos exámenes, te topas con preguntas la mar de estúpidas y a la vez intrigantes que hacen que el tránsito de la vigilia al sueño sea inapreciable. Últimamente no hago más que centrarme en las personas con las que me he topado en la corta pero intensa vida. Muchos alegan que el destino te lleva por caminos ya trazados o irremediablemente confluyentes provocando el encuentro con personas que vinculan sus vidas a ti por periodos de tiempo, incluso toda una existencia.
El microsistema del que todos disponemos va engordando poco a poco, la familia va creciendo a medida que tengo el placer de tropezarme en cada esquina con viajeros que amenizan el trayecto y dejan de formar parte de un exosistema más radial, para ser partícipes de mis pensamientos, mis sollozos y mis carcajadas. Todo un elenco de parientes en potencia que han urgado en mi confianza para que yo les deposite kilos de eterno agradecimiento.
No sólo porque un día no puedas tomarte un mísero café te prestan cinco euros para simplemente disfrutar de tu compañía si no que, apoyan un hombro para llorar una pena cercana. Un mensaje de "¿que tal el día hoy?" o "¿dónde has estado que no te vemos por ningún lado, perdid@?" hace que la sonrisa de sentirse querido valga más que un puñado de besos comprometidos. Todavía aún puedo recordar cada uno de los instantes en los que l@s conocí, y a día de hoy siento las cosquillitas del primer contacto: unos apuntes robados en una copistería -ingenuamente-, una exposición esquizofrénicamente aterradora, una clase, un saludo, un café y sin darme cuenta, una dependiente necesidad de conservarl@s. Aún no entiendo cómo calan tan hondo, porque a vista de pájaro he tenido más que suerte en dar en la diana. Claro está, que no todo es color de rosa. Los " no me habéis avisado" , las malas formas y las menos ganas bloquean la travesía; unas para tomar aliento, otras para cambiar de rumbo.
Suerte que siempre se levanta un puente.

En todo este tiempo he aprendido a soportar el heavy, a lucir de violeta, a odiar a vampiros, tratar el espaninglis, hablar sim, apagar fuegos espontáneos, llorar en servicios de discoteca, reservan los champiñones para días tranquilos, disfrutar de cerveza caliente, potar a 100 por hora...Cosas tan absurdas que guardan los momentos más incoherentes y gratos de una fase de la carrera que pronto hará que tomemos rutas aisladas.
Son protector@s de cucarachas, profesor@s de noches previas, cotillas devoradoras de noticias, madres incondicionales y confidentes de eterna tumba. L@s mejores resortes en una caída y los peores ganchos de la adicción a la amistad.
Nunca debí incorporarme en el paseo con tanto acompañante. El mayor temor del ser humano radica en lo desconocido, y no ser consciente de en qué recodo debo avanzar sin escolta me aterra más que nunca habérmel@s encontrado.
Dónde queden los cigarros en el templo de Connan y los capuchinos en las selvas de una terraza no serán mi mayor anhelo, si no las voces de mi cabeza que recurrirán a la nostalgia.
Sólo por dejar que unos viandantes vayan de paseo con un@ y te acostumbres a ell@s...
Tengo una mala y una buena noticia: la buena es que les atormentaré por insensat@s , la mala es que tendré que cargar con el peso de sentirl@s cerca, porque forman parte de un núcleo de entrar y no salir, de una vía de no-retorno: de mí y de mi vida.

Bastante tengo con consentirlo.


Bastante tengo ya con ansiar escuchar sus voces al final del camino.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Aunque no haya estímulo puede haber respuesta

Hay tantas situaciones en las que nuestro pequeño mundo se viene a bajo que muchas veces ni las recordamos pero si que podemos poner nombre al peor palo de nuestra vida. Hay dónde las lágrimas se acompañan de amargura, el vacío solemne de nuestro interior nubla cualquier sonrisa ajena, donde ni un evento esperanzador puede superar el umbral de optimismo y el dolor somático viene infundido por un pesar más profundo, sólo hay sitio para esconderse con un megáfono sordo que grita a voces solapadas que pocos pueden oir y solviantar.
Quizás por empatía, quizás por proyección o por afecto. Cualquiera de ellas puede tender una soga al hundido.
Este verano ha sido vacío. Tan vacío que no he sufrido, reido, ni ignorado, simplemente no ha sido. Salvo por una cosa. Aunque no haya estímulo puede haber respuesta.
Cada vez que tenía que recurrir a la tertulia empática dormía con los sentimientos robados, como cuando te encoges con una caída en un vídeo, cuando lloras por una canción o bostezas por imitación. Cada noche he escuchado paso por paso mis vivencias en boca ajena asintiendo al dolor desgarrador que miraba tras los sollozos de mis allegados intentando que un abrazo impreganara su interior de calor humano. Me he visto más fuerte frente a ellos, protectora en sus flaquezas en cambio, más débil en mis emociones, dejando atrás la censura que las encerraba.
Por ellos soy dura, por el o ella soy franca, por tí soy firme para que te agarres cuando desfallezcas, porque puedo ser el paño de lágrimas y el bufón de la risa que por dos segundos te robe la sensación de sentir que sigues viv@.
Todo pasa por un motivo que se resiste a revelar y con el que no podemos perder tiempo alguno. Ya es bastante valioso para pisar con pie firme lo que queda por andar.
Si este verano a servido para amortiguar la caída, no habrá sido en vano. Tan sólo con que tus pesares se hayan atenuado en alguno de esos momentos me doy por satisfecha ,a costa de quedarme helada de frío para ofrecerte un abrazo lleno energía.
No fue ayuda por propio ego si no por necesidad. Necesidad de sentirme útil ante las inclemencias y que ello sirva de algo ;ya que no puedo ayudarme a mí misma que un simple apretón transmita el apoyo que me negaron...
Sólo una pega.
Quedan mejillas sonrosadas por los sollozos que no han sido provocadas por la insolación de la playa. Y yo no he podido provocar el rubor de un consolador pañuelo.