jueves, 21 de mayo de 2009

Comentaristas de tarde

No más de un café y una buena compañía para abrirte a las tertulias más íntimas con la comodidad y la complicidad que sólo la amistad puede ofrecerte. Unas risas dejan que las anécdotas no tan risueñas dejen un buen sabor de boca y las lágrimas que saboreas ahora saladas, no sean más que la alegría de la caricaturización. Sobra decir que entre los temas relucir siempre hay un hueco para desgranar la vida sentimental de cada uno de los participantes en la conversación. Todos, uno a uno, repasan con pinceladas sus tormentos amorosos, sus desilusiones sentimentales, sus alegrías quinceañeras y sus locuras repentinas, hasta ahí el colectivo en su totalidad puede aportar algo. Es ahí dónde finaliza mi intervención.
El presente está yermo de experiencias a flor de piel, de sentimientos encontrados y miradas furtivas, pero hay esperanza para mis carencias ya que siempre acabo tomando prestadas las que escucho de boca de los que me rodean. Interiorizo cada roce inesperado, cada luna de agosto, cada iniciación inocente , domingos de lluvia, travesuras de cama y rubor de mejillas.

Es una verdadera pena que mis años de universidad acaben por ser un mero paso académico en el cual el roce social no haya levantado las pasiones más allá de una borrachera de colegas, muchos amigos (y muy valiosos) pero que ninguno ha pasado la frontera de la puerta de mi dormitorio, nada con lo que llenar un diario, todo desperdiciado para una novela o unas memorias, solo por la relación de valores que tengo esquematizada en mi incesante cabecita, unos principios demasiado rígidos para Groucho y un miedo atroz ha repartir daño a diestro y siniestro.
Ver luciérnagas en sus ojos iluminan mis vivencias -copia de las suyas originales-, incitan mi deseo por dejarme llevar, llenan las letras de cada entrada y me desalientan en la desesperación de un milagro demasiado idealizado. Me dan vida, optimismo, misticidad. Surge de repente mi lado más romántico, aunque no haya musa a la que complacer, pero de igual modo los tomo prestados así que cualquier acompañante de ascensor, chico de la primera fila, dependiente con sonrisa Profident, o niño erasmus despistado con la mínima de las amabilidades y de buen ver será la diana para poner cara a esos relatos, enamorándote cada día y más de una vez, con la ventaja de salvaguardar mi salud mental y física, y la de ellos.
Mis comentaristas de tarde favoritos tienen el arte de hacer que su mensaje remueva los cimientos de mi pasividad,tomen el sentido de la confianza y roben las sonrisa de la complicidad. Dejan que me encarne en su piel por un segundo y me regalan horas de sentimiento y recuerdos prestados. No hay acercamiento más estrecho que aquel en el que, recíprocamente se comparten pedazos de historia, y no hay confidente más sincero que el que las hace suyas.


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