viernes, 17 de abril de 2009

Escupir al destino

Mareo el teclado en busca de un remanso de paz. Es muy tarde pero no tengo sueño, no estoy preparada para dedicarme a pensar sobre el colchón, nada puede llenar este vacío tan inmenso que se ha agarrado a mis tobillos. Me es tan complicado encadenar ideas coherentes y tomar las decisiones adecuadas, soy tan débil que me da pavor.

Ahora necesitaría una mano amiga, un abrazo sentido que me haga olvidar por unos momentos el dolor desgarrador que me invita ahogarme en mis lágrimas. Beber ya no me sacia, fumar ya no me tienta, llorar ya no me calma. Me dejaría envolver por un cercano -cuanto más próximo mejor- zambullendome en remolinos de frenesí. Necesito desahogarme y rasgarme los harapos para dar toda la fuerza que me sobra y dejar a la energía que se tiña de blanco. 

Estoy por gritar al viento la ira de los dioses y escupir al destino a los ojos para que quedase ciego, porque los inocentes no tiene culpa de nacer títeres en su tablero. Si me enfado rimo y si rimo arde Troya en los confines, prefiero dejar a la rabia que muerda cuellos suavemente que degolle yugulares sin ton ni son porque hoy podría matar emvilecida por el dolor. Una copa más, un trago que me haga suavizar con el ardor mi lengua embravecida.

Llamo a Dios y a toda la corte celestial. Esta noche voy a saltarme todos los dogmas y dejar que la lujuria sane las heridas. Hoy puedo enamorarme de cualquiera sin llegar ni siquiera a fijarme en su cara porque me basta un torso que manejar para darme plenamente. Y sin embargo, estoy inmovilizada en la silla, tan sola como siempre y apaleada de nuevo, mi naturaleza es padecer pero odio saber que no puedo.

Estallar. Quiero estallar en mil pedazos como una bomba, tener una onda expansiva macro-monumental que barriera toda existencia posible, sobretodo la mía, aunque yo ya estoy muerta, cada día un poco más. ¿Por qué puedo seguir queriendo? Si a todo aquel que está a mi lado le condenan...

Maldito amor universal que das para arrebatar. 

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