viernes, 10 de abril de 2009

No es tan diferente

He paseado por las calles, escudriñando cada baldosa y cada muro, buscando las grietas de las paredes que me sirvieron de respaldo hace ya bastantes años, cuando la emoción de cada día se basaba en estar sentada en una acera inclinada por el desnivel, a las traseras de los bloques que nos vieron crecer. Vaya años de intensa felicidad dónde el único problema era encontrar el sitio más recóndito para saltarse lo establecido y dejar que fuera prohibido.

He dejado de ser yo para dar paso en la niña de 14 años  que aún no había probado unos tacones y tosía con la primera calada a un cigarro que rasgaba el pecho como una fina cuchilla de nuevo uso. Sencillamente no pertenezco a aquí. La pequeña de melena larga y piel blanquecina ahora miraba estos rincones como una pequeña maqueta que temía romper a grandes zancadas, un trayecto que ahora que por fin se mantenía totalmente a oscuras había perdido todo toque de luctuosidad que antes nos cautivaba y propiciaba las diabluras más inocentes.   

Recordé mi primer pretendiente, mi primer beso que más que un beso fue un roce fortuito, dónde el corazón casi desbocado tanteaba en el terreno de lo sentimental. Creo que fue el instante en el que casi me derrito tanto del júbilo como de la timidez. Días atrás de eso no tenía ningún interés en semejante cosa, pero parece que a esa edad las emociones brotan o se idealizan con tanta rapidez como si el tiempo apremiara al más veloz. No podía ponerle palabras a las cosquillas de mi barriga y por simple imitación a los mayores le llamé amor. ¡Qué sabría yo con esa edad y sin levantar dos plamos del suelo! 

¿Y qué sé ahora? No es tan diferente de lo de ayer. El tiempo sigue pasando y corremos sin dirección fija intentando llegar los primeros a quien sabe dónde. Cada nueva pareja es un nuevo comienzo con cosquillas incluidas que es imposible evitar en una caricia ansiada e inesperada, él o ella acaba siendo la piedra angular de tu vida de la noche a la mañana pero sentimos sin embargo la confianza de una vida entera. Vivimos y morimos en cada escondite a oscuras para dejar a un lado la palabra prohibido, la tenebrosidad del entorno propicia la proximidad y, es aquí cuando sólo una caricia nos hace sentirnos seguros.

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