miércoles, 15 de abril de 2009

Tu camiseta

Tacones de unos siete centímetros, maquillaje de brocha, unos pitillos por estrenar y una blusa de seda. Toda una figurante en medio de la pista entre todas las sardinas de la lata. A cualquier lado que miro me avasallan rostros de júbilo. Todos cortados por el mismo patrón, parecen recién salidos de las páginas de un catálogo de Zara, ¿dónde me habré metido? Todo sea por acompañar al rebaño por un día y dejarme de prejuicios. Ya era hora de poder decir que he entrado en una discoteca aunque no me satisfaga.

Toda la noche entre el ir y venir de la barra, es lo único en lo que no me importa dar codazos si así consigo al menos un poco de alcohol que me anime y si no es el caso que al menos me evada de aquí.He intentado seguir el ritmo de lo que llaman reggaeton y sólo he conseguido combulsionar como una descosida, al cabo de unos cinco minutos me parecía un bucle repetitivo e infinito, que original música...

Aguanté como toda una heroína sobre el torturador calzado eso sí, si dar grandes pasos que me desestabilizaran para no hacer puenting. No hay nada más deprimente que estar rodeada de felicidad y no poder compartirla. Intenté sonreír toda la velada para que mis amigos no decayeran, era tan complicado que en alguna ocasión pensé en fugarme por la ventanilla del baño. Cuando todo parecía una noche carente de estímulo de entre los miles de metrosexuales encontré a Wally, un Wally que había cambiado su suéter a rayas por una camiseta verde, la única camiseta de toda la sala. A lo lejos parece bastante mono, y alto, sobresale entre todos y la distancia es algo extensa, tiene pelo claro...me decido a sonreírle, no temo a su respuesta pues está lejos y yo hoy no llevo gafas. Es obvio que no se haya percatado. 

Otro paseito a la barra que comienzo a tener consciencia de mis principios. Después de pelearme con un camarero y sus concubinas y repeler a dos pobres buitres regreso al lugar donde dejé a amigos para encontrarme sola, habían sido presa de carroñeros. Con suerte me aferré a uno pero resultó estar más abúlico que yo. Me di la vuelta y ahí estabas. Me había confundido, tienes aún más porte del que pude imaginar. Sonríes, es normal en estos lugares pero esta vez te acercas,y..vaya, me muestras a una chica junto a ti. Mala elección la mía.

Si pudiera tener el garbo de muchas y soltarte dos frases medio entendidas entre los altavoces podría tener alguna posibilidad pero no tengo ni las ganas ni la vergüenza de aguantarlo. Dos vueltas más sobre mí misma componían una mediana coreografía improvisada ¿cómo bailan este perreo? Alguien me susurra.

Perdona, no sé si esto te parecerá raro pero no he parado de mirarte desde la otra esquina. Eres preciosa. No sé que me pasa..

¡Qué común!- pensé, Y directa a soltarle la bordería de turno me detengo justo al nivel de tu barbilla para sólo identificar tu camiseta. Verde como la esperanza que afloraba dentro de mí. Tras unos pasos de pato mareado contigo comprobé que la noche daba un vuelco algo excitante, con cada centímetro menos subía mi adrenalina y con ella mi confianza, pues los roces eran ya inevitables. Un nombre, una invitación y dos besos más que incitadores, sentí la necesidad de no quitarte la vista ya que te decidiste a darme espacio por si molestabas. ¡Qué simple podéis llegar a ser!¿No ves que te quiero atado a mi espalda?

Esperé, no dejé que las ganas de comerte me hicieran parecer fácil. Un garbeo por la sala, pero aún estabas en la diana, así es, continua esperando. Un segundo más y ¡chash! Corrías hacia la puerta como alma que lleva el diablo. Un ojeo, una desesperada búsqueda y un "lo siento" difuminado en el viento. ¿Por qué no podías ser igual de simple y haberme pedido el número de teléfono? Me quedé con un nombre de pila, una zona de encuentro y una desazón enorme. Mi primer flechazo y tal como vino se fue, se esfumó con mis esperanzas enganchadas en tu camiseta, la única que había en la sala. Tan diferente como yo.

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